POR GRÍNOR ROJO
Santiago De Chile, Editorial Lom, Santiago, 2001

El libro de Grínor Rojo (re)viste una respuesta consistente ante la creciente amenaza de desnudez que experimenta el cultivo, aunque debería decir el culto, de los estudios literarios en nuestro país. Así, y frente a la diseminación rizomática que inunda los actuales debates sobre la suspensión o superación de una forma de escritura modernamente cardinalizada por perspectivas de selección ideológica, ordenación epistemológica en función de la delimitación del objeto y articulación de textualidades cohesionadas discursivamente y cronológicamente por el período, Diez tesis sobre la crítica metaforiza, aunque en propiedad alegoriza, una opción crítica: la escritura académica sólidamente anclada en los principios a los cuales se debe, esto es, los de la Casa nuestramericana de Bello.

Se trata de un acto de (re)fundación de un sentido para los que no lo encontramos, mediante la apelación a (re)construir democráticamente vías o circuitos de comunicación en la globalidad de esta aldea. Eminentemente epistemológico, el libro soporta un piso que (de)marca la entrada de los que llegan después del exilio y los que lo vivieron salvándose en el tejado.

La construcción escritural que realiza Grínor, revisa los principios que delimitaron administrativa y burocráticamente la enseñanza de la literatura dentro de la universidad. Por ello, asistimos en la formulación de cada una de las diez críticas que componen este trabajo, a un gran despliegue de docencia cooptada por el (re)encuentro con el, muchas veces, irónico tutor.

Fuio fuimos exiliados en los principios de autonomía, ficcionalidad y textualidad inmanente del objeto, es decir, dentro de las coordenadas de la fragmentación, la desmitificación y el ontologismo metonímico, y no en los principios del dialogismo intertextual "[del cual] (...) depende "la reformulación de un nuevo proyecto de cultura y de vida, una tarea que a muchos de nosotros nos parece que es, que está siendo ya, el gran imperativo de la historia del presente". (p.58). Si de reunión generacional se trata, quedan necesariamente afuera aquellos que repitieron los monologismos discursivos en el marco de la legalidad y legibilidad que dominó, aunque no hegemonizó, la enseñanza de la crítica en esa época; luego, muy tardíamente para algunos, la teoría crítica se espectacularizó con la llegada a la Casa de Bello de los retornados en los últimos años de la década de los ochenta. Fue de ellos que escuchamos por primera vez la noción de dialéctica negativa aplicada a las bases de la modernidad y, además, la vigencia de la posibilidad de (re)encontrar un sentido para la historia latinoamericana en el proyecto inclusivo de aquélla.

La incontinencia del texto crítico, entonces, hizo su entrada para los que en esos momentos nos licenciábamos. Postestructuralismo, desconstrucción, feminismo, marxismo revisitado, estudios culturales y postcolonialismo descentraron las voces de la dictadura que habíamos (des)acatado. Si bien es cierto que ya nos encontrábamos familiarizados con la muerte del autor, por primera vez fuimos capaces de plantear la resurrección de los otros como parte constitutiva de nosotros. También pudimos (re)establecer los modos discursivos ejemplares dentro de la apuesta que significaba estar dentro de la universidad como no representantes de la representatividad de ella. Formación discursiva de la recepción diacrónica, hacia adelante y atrás, ya no como fuente de la historia original, sino como producto de la tarea crítica de la historiografía teórico literaria a la cual se nos invitaba por parte de los profesores; incluso el propio autor remite en una de sus notas a pie de página a su tesis de licenciatura; curiosamente escrita en 1965, año en el que nací.

Dentro de esta perspectiva, nuestros textos y discursos se atrevieron a abordar críticamente los problemas de la ideología que los animaba. La relación vivida entre nosotros se transformó, para algunos, en signo vacío que comunicaba la imposibilidad de la comunicación y que, a pesar de todo, no renunciaba, en el discurso de los otros, a la agencialidad sobre la realidad a través de la reparación del proyecto estético de la modernidad, modelizando aspectos propios de lo latinoamericano en un programa de estudios. Aunque no he sido alumno de Grínor dentro de ese postgrado, sí he experimentado su interés por ocuparse de mis propias búsquedas de sentido, que encuentran, por lo general, en el sinsentido del testimonio de toda una época, la nueva morada del ser: la atopía.

Por lo tanto, y ante la amenaza de quedarnos, después del exilio, sin trabajo porque el lugar del objeto se ha difuminado, existe la esperanza que la ampliación de las prácticas críticas, sustentadas en el vasto repertorio que el maestro enseña en esta obra, se transforme en el arma utópica de la lucha cultural -los que estamos en la atopía sentimos una añoranza romántica con respecto a la utopía de nuestros mayores. No se trata, sin embargo, de (in)formar desde el curioso centro heterotópico, tanto de/en la crisis como de/en la desviación de los aparatos de poder, una asignatura, con su consiguiente asignación de sentido, que exhiba la obscenidad del episodio de desobediencia protegida que hace del exilio una situación de privilegio tanto para los que vuelven como para los que nunca se fueron. Al contrario, Diez tesis sobre la crítica busca descolonizar territorialmente la escritura de las aprensiones con respecto a la actualidad abanderizada de la pertenencia de nosotros a ese inacabado proyecto de la modernidad que, por medio de la acción comunicativa democrática, se mantiene, en la perspectiva del autor, como referente obligado de la práctica docente.

Privilegiando el diálogo, y no el monologismo de otrora como forma de comunicación, la tarea que se emprende mancomunadamente hoy es la de canonizar o descanonizar el corpus y el cuerpo bajo el alero de la institucionalidad subalterna que constituye la universidad; sobre todo a partir de mi encuentro con Grínor en un proyecto de estudios culturales que encabeza Bernardo Subercaseaux. En consecuencia, y como producto de esas clases donde sí soy alumno, presencio la batalla ideológica que en el contexto universitario emprende Grínor y que lo lleva, casi siempre, a polemizar irónicamente con los distintos interlocutores; aunque reconoce su filiación o desafiliación con respecto a ellos, no se calla cuando tiene algo que discutir con respecto a la hegemonía mercantilizada de la globalidad autocanonizada massmediáticamente del capitalismo como modo discursivo ejemplar de la postmodernidad: "(...) pienso que lo que hoy nos hace falta es proceder a un despliegue educado y enérgico de nuestra potencialidad creadora, precisamente la clase de cosa que no es de ninguna manera esperable de los obtusos manejos de la tecnocracia y la burocracia reinantes". (p.142).