Con agrado e interés he aceptado comentar el libro de los Drs. Las Heras y Rosselot, en el que, junto con un grupo destacado de médicos y formadores universitarios, han abordado el complejo tema de la calidad en la formación de los futuros médicos de nuestro país.

Lo han hecho desde una perspectiva de su propia orientación profesional y científica, lo que de por sí es una contribución a la formación de los profesionales de la salud, pero quién sabe sin proponérselo como un objetivo, están realizando un aporte sustantivo al debate nacional en el que hoy participamos para decidir como enfrentar con amplitud de criterio, pero con realismo, el desafío de asegurar hasta donde nos sea posible, el que la formación de nuestros futuros profesionales se realice en un marco ético y científico que asegure la calidad del servicio que las diversas profesiones deben poseer, para no desmerecer la confianza que la gente deposita en los que tienen la categoría de detentar un conocimiento reconocido por las leyes del país.

Hoy día se plantea por algunos que la calidad de la educación es un concepto difícil de precisar y más aún de medir. Plantean con su visión de la sociedad, que es el mercado quién debería regular la oferta de los servicios por entregar a quienes lo demanden y que, por ende, no deberían existir mecanismos, cualquiera fuese su origen, que obligasen a la acreditación de programas o carreras que satisfagan las necesidades expresadas por una masa de consumidores, y deberían ser ellos mismos quienes decidiesen cual es la calidad deseada y pagar por ella.

Sin desconocer la validez de la libertad de elección que cada ser humano posee, otros pensamos que un sistema sin los adecuados controles y regulaciones en un campo tan delicado como el de la formación de los futuros profesionales, no puede funcionar sin cumplir con requisitos mínimos de exigencia, que aseguren no sólo la adecuada preparación de los que ejercerán determinadas profesiones, sino que, además de eso, está en juego la fé pública respecto de servicios que son obligatoriamente requeridos por quienes a ellos acuden, en la creencia de que quienes los presten están adecuadamente preparados para otorgárselos.

Hemos visto con preocupación cómo en nuestro sistema social, hoy en día, toda familia pugna por asegurarles a sus hijos e hijas un mejor destino económico y social, y para ello, la obtención de un título universitario es uno de los caminos para lograrlo. Con esta legítima presión, es que el sistema universitario y de formación superior, ha visto como en los dos últimos decenios, se ha producido una verdadera explosión de estudiantes en el sistema universitario, que de menos de 200.000 en 1990, nos llevará en los próximos cuatro años a una cifra de un millón de estudiantes, en dicho sistema.

Nadie podría discutir con una familia, en la que no existiesen las oportunidades para que un miembro de ella no tuviese la oportunidad de aspirar a un título universitario; pero lo que no se puede negar es que con un crecimiento casi sin control de entidades que ofrecen esas oportunidades, la aspiración de lograr dicha formación superior se ve seriamente afectada, si no existe un adecuado marco que oriente y regule su formación. A la postre, el esfuerzo económico y el tiempo empleado en ello, se convertirán en frustración al constatar que muchos de los egresados de algunas de esas entidades no tienen la adecuada formación, teóricamente ofrecida y no materializada por quienes los prepararon. Esto produce y fomenta episodios indeseables en lo social, que tensionan a la sociedad, y se respon-sabilizará a quienes teniendo la experiencia y conocimiento para haber evitado estos efectos no actuaron cuando debían hacerlo.

El problema tampoco está centrado en si se favorece o no la iniciativa privada, o ésta se regula con controles legales. El punto de fondo es si somos capaces de asegurar que las necesidades de la sociedad, presente y futura, se enfrenten con la eficacia y transparencia que el estado del conocimiento permite, y que los profesionales que se forman están en condiciones de actuar frente a las nuevas demandas.

El debate que estamos sosteniendo en el país, es que la calidad de la formación superior se ha ido cuestionando y, por ello, se ha hecho evidente que es necesario avanzar en la denominada acreditación de programas y carreras que se imparten en nuestro sistema universitario.

Hoy en día, se están entregando más de 3.700 títulos distintos en nuestro sistema, respecto de los cuales existen entidades que mantienen o acceden a niveles de excelencia, mientras otras no pasan de ser actividades lucrativas para quienes operan en esta área, sin cumplir requisitos mínimos que garantizan la formación de quienes pagan por ellos.

Dos actividades de formación han avanzado más que otras, en hacer conciencia en la obligatoriedad de la acreditación de programas y carreras, la medicina y la educación. Otras profesiones intentan en estos días sumarse a esa misma perspectiva.

Por ello es que el libro que comentamos, significa un aporte de gran valor a la búsqueda de una mayor conciencia, y con argumentos técnicos y valóricos, más la experiencia recogida de otros países, nos dan una clara señal de cómo proceder sobre el particular.

Los distintos autores que han participado en este libro, desde diversos ángulos, nos entregan datos y sugerencias de cómo actuar en este tema.

Apreciamos y utilizaremos sus argumentos en el debate que está teniendo lugar en el Senado de nuestro país sobre esta delicada materia.

Solo algunas palabras finales. Comparto plenamente los comentarios expresados por varios de los autores, de que los valores que deben ser primordiales al intentar asegurar la calidad de la formación superior, son la equidad, la ética, la transparencia, la responsabilidad y corresponsabilidad de todos los actores comprometidos.

En ello debemos trabajar unidos, pero sin perder de vista que un proceso de esta naturaleza requiere, ahora, de definiciones más claras y precisas que las que hemos observado en el pasado más reciente.

Agradezco a quienes han dedicado tiempo y esfuerzo en esta tarea, y confío que seamos capaces de aprovechar lo que hoy se nos entrega. Por lo menos de parte de quien lo dice, no duden que así ocurrirá.